El triste fin del Blanco Encalada
CUANDO en las crisis bélicas los hombres son adiestrados en el arte de matar, siendo perfeccionados hasta el grado de que el segar vidas pasa a ser una necesidad profesional, es muy difícil después borrar de sus mentes la cruenta lección aprendida. Retornados al mundo de la paz, les cuesta ímprobos esfuerzos volver a ser ciudadanos pacíficos. Todas las guerras han dejado esa triste secuela; también la del Pacífico, que habiendo terminado en 1884, tuvo como corolario la revolución de 1891. En la Alameda Bernardo O´Higgins, donde hoy existen jardines que enfrentan el palacio de la moneda, se levantaba en 1891 un edificio gris, de dos pisos, en el cual funcionaban la Comandancia General de Armas y el Estado Mayor del Ejército. En la mañana del 7 de enero de ese año sonó el teléfono que estaba sobre el velador del general Orozimbo Barbosa, entonces comandante general de la guarnición de Santiago; el aparato estaba conectado directamente con el gabinete del Presidente de la Republi...